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Por fin, soy libre!!!

 

Ha sido un mes sumamente complicado, todo por querer dejar los procesos administrativos bien cerrados.  Hoy, luego de ir al recoger el último paquete de mensajería que estaba pendiente me he sentado un momento a disfrutar de esa sensación de haber terminado las cosas bien, y más de sentir alegría me ha caído la nostalgia de lo que me pasó hace mucho tiempo.  Pasé por un expreso de café, y mientras aquella espuma se compungía por la media cucharada de azúcar sentí esa sensación de mis 8.4166666 junios.

Los últimos dos años había cambiado tres veces de ubicación, desde el caserío más escondido en los meandros del Río Araute, luego que el ejército estrenó sus aviones bombarderos eliminando cualquier señal de vida en las comunidades de El Tule y Las Raíces.

Después del bombardeo del almuerzo, salimos cargando las maletas alivianadas al peso que permitiera la posible carrera de medio trote, el paso por abajo de cercos ce púas y salto de puertas de trancas.  Con los cuatro perros y uno de los tres gatos cruzamos el Llano de Vargas, siguiendo las señales dejado por un tropel de la media noche; habían sandalias de hule en el camino, arrebatadas por la prisa y el fango a ese grupo que se atrevió a la odisea por la noche.

Volver la vista atrás era como aquella historia del final del Rey Bera, el humo subía de las casas recién bombardeadas, en las faldas de El Machetón, por donde Los Hernández, al otro lado de La Finquita, por El Trapiche.  Solo quedaba la esperanza que esa gente hubiera tenido la astucia de no almorzar dentro de sus casas, pues los aviones convertían el humo de las cocinas en blancos perfectos.

Así llegué a una segunda casa, la escuela había cerrado puertas desde el mes de Junio, luego que mataron a la Profesora de ojos bonitos, nos ofrecieron base por bola e imploraron por piedad que no insistiéramos en ir.  Las paredes fueron manchadas con mensajes de las Ligas Populares 28 de Febrero; en el portón una cadena atada con alambre dulce y el trapo rojo colgado en el asta de la bandera lo decía todo.

Después de casi tres meses de intentos, finalmente llegamos a la frontera, donde nos refugiamos en una pequeña casa y, cada tarde, a las 4 PM estábamos en el centro del puente Goascorán esperando que mi madre llegara con el papelito que confirmara que el tratado de paz entre los dos países había sido firmado y se podía entrar.  Hicimos unos 37 aviones que lanzábamos desde la baranda del puente, hasta que la última página de mi cuaderno de cuentos se terminó; quise hacer uno con la pasta pero su dureza estuvo a punto de hacerme un uñero.

Finalmente llegó la respuesta, justo cuando quedaba dinero para comer dos días y para el transporte que nos llevaría hasta el pueblito llamado Minas de Oro.  Crucé la frontera con la única de tres maletas que no decomisó la policía, con los bolsillos llenos solo de la esperanza de un nuevo país, nuevos maestros, nuevos políticos; consciente que los familiares muertos no podrían reponerse, ni mi colección de rocas de obsidiana, mucho menos mi cuaderno de cuentos ilustrados.

 

Tan terrible ha sido el último mes, que así de impactante es el sentido de libertad, 8 raquíticos post me han hecho sentir ocioso, al punto que ahora hasta tengo presidente de lectores con ganas de armar un sindicato, jeje.  Atrás queda este año con sus golpes de estado, la crisis económica, la campaña política, los malos sabores del trabajo en campo.  Viene uno nuevo para hacer cosas más grandes, con dos técnicos que conservo, de lo mejor que esta crisis no me quitó y por los que pondría mis manos al fuego porque sé que ellos lo harían (y ya lo han hecho) por mí.

De lo mejor, los 16 supervisores, que fueron sacados de entre 230 técnicos formados, que durante seis meses estuvieron siendo probados en su capacidad técnica, responsabilidad, valores éticos y colmillo de vivir.  De ellos, al menos 10, decididos en sus cortas edades a no dejar chicas preñadas ni hombres con el corazón roto en los inhóspitos lugares donde fueron enviados, demostraron estar hechos de la misma madera de sus instructores, dispuestos a desvelarse si es necesario por hacer un cierre catastral y luchar hasta encontrar ese dangle que la limpieza topológica exigía.

Ya habrá tiempo de hacer cosas grandes con estos chicos en los próximos 25 años.  Mientras tanto, gracias por esperar 3 semanas una respuesta, 4 días por nuevo post y 1 minuto por que esta entrada llegue a su fin.

 

geofumadas: Editor de Geofumadas
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