Hace un par de años, en el congreso anual de «Sourveying and Mapping» de Estados Unidos recuerdo haber presenciado una fumada de esas que te dejan con la boca abierta, y no solo porque nuestro inglés académico no se adapta al caliche gringo. Se trataba de una exposición de Kevin Sahr, Jon Kimerling y Denis White en su exposición «A Geodesic Discrete Global Grid Systems«, que en nuestro lenguaje latino significa:
Una proyección no basada en cuadros.
El gran trabajo de los constructores de la geodesia fue adaptar una superficie semiesférica a un producto final de forma rectangular, casi todas las proyecciones geodésicas están pensadas en el principio original para el cual se crearon, y es «para imprimir mapas», razón por la cual casi todas estas aproximaciones de los elipsoides, a nivel local se convierten en un casi rectángulo y cuya principal razón hace quince años era para poder imprimir dos mapas en la misma escala y poder empalmarlos en sus bordes.
La propuesta de estos señores está basada en el argumento, que a estas alturas de la tecnología, la impresión ya no es la única razón por que partimos la geometría cuasi esférica de la tierra, sino para fines de geolocalización; en la medida que las herramientas de visualización GIS/CAD y las aplicaciones móviles se van adaptando al uso técnico, existe menor necesidad de realizar cálculos complejos de geolocalización. Este análisis hace una apuesta por considerar la unidad mínima de identificación geodésica en un triángulo con bordes curvos, los cuales sean el ajuste que recibiría ese triángulo por la curvatura terrestre, de modo que no es más que otra cosa que un segmento de la superficie, de bordes ajustados a la curvatura de la tierra y cuyo centro corresponde a un imaginario centro de la tierra, o línea polar del esferoide.
Una buena fumada que atenta contra lo que nos costó entender el principio traverso de Mercator en la clase de Geodesia jeje.